Por Francisco Ramírez R/ MUNDO LEGISLATIVO
Millones de migrantes hispanos han visto con decepción la manera en que los políticos mienten, porque está en su propia naturaleza. Y padecen en cuerpo y alma las consecuencias que ello acarrea. Pasa en México y en muchos otros países latinoamericanos.
El Partido Acción Nacional (PAN), en México, nos ha dado una gran lección de por qué los conservadores deben de ser proscritos del poder: encabezados por Felipe Calderón, han llevado a un baño de sangre que tan sólo en tres años y medio de gobierno, ha cobrado la vida de más de 25 mil personas. Y sumando. Para ellos, las personas fallecidas en una guerra civil no declarada, sólo son “daños colaterales”.
Empujados por las peores condiciones de vida, por la desesperanza y la necesidad, miles de hombres y mujeres se aventuran a un país –Estados Unidos- que en su imaginación les ofrecerá una vida mejor. Algunos cumplen sus expectativas, pero miles son arrojados, en el mejor de los casos, al limbo jurídico y a un estatus de nacionalidad inasible.
"Somos una nación de inmigrantes pero también somos una nación de leyes”, ha sentenciado Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Nacional del presidente Barack Obama, quien no ha cumplido su promesa de campaña con la comunidad hispana en su país.
Es una frase que alude a las raíces más profundas de los orígenes de una nación, levantada es cierto con el esfuerzo, el tesón y trabajo de millones de inmigrantes, pero que lleva implícita la sentencia que hará valer un gobierno acotado por fuerzas superiores e inferiores a las de Obama.
Basta un ejemplo de esta contradicción de fuerzas, con el asesinato del mexicano Anastasio Hernández Rojas, de 42 años, que murió el primero de junio pasado de un paro cardiaco, dos días después que le fue diagnosticada muerte cerebral por la golpiza que le propinaron agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes además le aplicaron descargas eléctricas hasta matarlo.
Si al presidente Obama y todo el aparato de justicia que supone una democracia avanzada como la de Estados Unidos, no le alcanza para llevar a la cárcel a los 20 agentes que participaron en este asesinato, menos le dará para otra cosa más.
El caso de Anastasio no es un caso excepcional. Es otro más que se suma a la de miles de inmigrantes que mueren en la ruta hacia el “sueño americano”, el cual, por cierto, ya había logrado alcanzar Anastasio, así fuese parcialmente.
Hernández Rojas, no era un inmigrante más y mucho menos un “mojado” que ignoraba los procedimientos de ingreso y salida del país vecino. Ya era padre de cinco hijos estadunidenses, entre ellos dos mellizos de cuatro años y había vivido en San Diego desde hacía más de 20 años.
La noche del viernes 28 de mayo pasado, Anastasio, oriundo de San Luis Potosí y quien laboraba en el servicio de limpieza de albercas, fue detenido en el condado de San Diego por carecer de documentación migratoria. Eso no puede ser después de 20 años de ir y venir en un cruce y procedimientos que conocía a la perfección. Lo detuvieron al azar, por ser mexicano, porque a un gorila no le gustó.
A unos metros de la puerta de salida de la Garita Internacional San Ysidro-Tijuana un agente de la Patrulla Fronteriza lo comenzó a golpear a la vista de decenas de testigos, por presuntamente desobedecer sus órdenes e intentar huir, según versiones de los uniformados que siguen libres y cobrando su sueldo.
Y uno se pregunta ¿Cómo podrán dormir? Tal vez sea la naturaleza de esos asesinos vestidos de guardias y por eso estén contratados ahí. De ser así, tal vez podría no haber sido el primer asesinato que cometieran ni sería el último.
El mexicano fue sometido por unos 20 oficiales que con toletes, pies y puños lo golpearon y le aplicaron descargas eléctricas hasta dejarlo inmóvil. Paramédicos trataron de reanimarlo pero estaba inconsciente. Fue trasladado de emergencia al Hospital Sharp Memorial de Chula Vista, cuyo personal médico diagnosticó muerte cerebral el domingo.
Dice la versión que a unos metros de la puerta de salida de la Garita Internacional San Ysidro-Tijuana un agente de la Patrulla Fronteriza lo comenzó a golpear por presuntamente desobedecer sus órdenes e intentar huir, según versiones de los uniformados.
Seguramente los agentes intuyeron que Anastasio era “Hulk” y se convertiría en el hombre verde para madrearlos a todos ellos, y escaparía a toda prisa y con la camisa rasgada hacia la frontera. No bastó con uno o dos, fue sometido por unos 20 oficiales que con toletes, pies y puños lo golpearon y le aplicaron descargas eléctricas hasta dejarlo agonizante.
Fue trasladado de emergencia al Hospital Sharp Memorial de Chula Vista, cuyo personal médico diagnosticó muerte cerebral el domingo y murió al día siguiente, dejando a cinco hijos que nacieron en un país al que un día vio como el escape a otra vida mejor. Y así fue, pero de la peor forma.
Y si no hay un castigo ejemplar para éste y otros casos más, Obama pasará a la historia con más pena que gloria.
Mientras, aquí, el gobierno panista de Felipa Calderón, duerme el sueño de los justos, como si tal lo fueran.