lunes, 22 de marzo de 2010

El general no tiene quien lo escuche

Francisco Ramírez.
Politólogos, académicos e investigadores coindicen en su análisis: el presidente Felipe Calderón Hinojosa, “narcotizó” la política al declarar una “guerra” que no tiene en su agenda política o militar el gobierno de Estados Unidos.

La percepción en la sociedad es que el gobierno encamina a un despeñadero al país, en cuya ruta hay -en sólo tres años- alrededor de 17 mil muertos sin que se vean los resultados prometidos y aclamados un día sí y otro también por el presidente: terminar con la violencia.

No hay, en los hechos, efectos tangibles para redimir la seguridad que merece una sociedad quebrantada por la delincuencia y la impunidad, que no sean muertos por dondequiera.

México está en una posición muy delicada en materia de seguridad interior, la cual ha sido vulnerada por una estrategia que dirigió los esfuerzos del Estado hacia el fracaso; ganada sólo mediáticamente, apostó el capital político del hombre en turno en la Presidencia de la República, y el cual parece tan agotado como su gobierno que no conmueve o llama a nada, que no sea la desesperanza y la frustración.

El Ejército es el último recurso que puede usar un gobierno ante una amenaza. Pero si la utilización de los miembros de las fuerzas armadas fracasa, no hay nada más nada que pueda hacerse, que no sea sacar una bandera blanca a un enemigo intangible, como en este caso.

Es “una guerra”, ha señalado el general secretario, Enrique Galván, que debe de tener un límite y que debe de tener una fecha para que militares y marinos regresen a sus cuarteles.

Es un llamado ante el desgaste y los costos que le representan al Ejército -y al Estado-, estar combatiendo en “una guerra” para la que no fueron entrenados, y en la que continuarán por su lealtad y disciplina, pero pagando costos sociales altísimos y cargando el desprestigio de una lucha que parece no tener fin.

Ahora, el general brigadier Benito Medina, director de Educación Militar de la Universidad del Ejército y de la Fuerza Aérea, señala en una entrevista periodística con El Universal que “no es por decreto, no es porque la presencia de parte del poder nacional, como son las Fuerzas Armadas y otras fuerzas, se presenten a tratar de mitigar el problema, éste va a dejar de existir” y matizó, “aunque se han tenido resultados importantes, urge una estrategia social”.

Revela la inexistencia de elemento fundamental para el combate –atacar y resolver los problemas de la pobreza y la marginación, situación que no va a suceder-, sin el cual la sociedad solo percibirá un baño de sangre inútil.

Más de dos generales del más alto tango y posición -amén de las desavenencias al interior del gabinete calderonista por la “estrategia” contra el narcotráfico- han hecho reflexiones muy serias y llamados sobre la política respectiva, pero al parecer nadie escucha.

El mismo día en que el general Benito Medina daba la entrevista –publicada en El Universal el 22 de marzo-, el presidente Calderón insistía en que “no daremos ni un paso atrás” en la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico… “el Estado mexicano no cederá” hasta hacer prevalecer el estado de derecho en todo el país; “hasta que la victoria —insistió— sea la victoria de la legalidad”.

¿Cómo define el concepto? Sólo él lo sabe, porque ahora se vio obligado a mandar una carta de condolencias a los familiares de dos estudiantes muertos del Tecnológico de Monterrey, publicitados por el prestigio y peso de la institución, de otra manera tal vez hubiesen pasado inadvertidos.

Finalmente, la reunión al más alto nivel en México, de los diplomáticos y militares de los gobiernos de Calderón y Obama, deviene como consecuencia de una violencia incontenible en la zona que le preocupa a Estados Unidos: la frontera, por donde está en riesgo su seguridad, el resto lo tiene sin cuidado, porque en su agenda no está, ni estará una “guerra” al narcotráfico en México.